diciembre 12, 2016
[:es]Es muy frecuente que nos encontremos con equipos que no logran tener resultados sobresalientes aun teniendo personas altamente calificadas y sobre el promedio en sus competencias técnicas. Pareciera entonces que no basta con tener personas talentosas.
Para evitar esto, es necesario construir y desarrollar dinámicas e interacciones que aseguren una excelente coordinación de acción entre estos miembros, así como altos niveles de confianza y compromiso con el propósito que se han trazado en la organización.
Cuando vivimos momentos difíciles, es fundamental definir y aclarar «las reglas de oro». Es decir aquellas normativas que el equipo haya definido previamente. Así será más fácil «ponerse de acuerdo, cuando estén de acuerdo que no están de acuerdo” (EEC).
Un equipo de alto rendimiento generalmente cuenta con personas sobresalientes en el área técnica, relacional y ética. No basta con tener sólo personas que meten el gol, sino que se necesitan buenas defensas, laterales y líderes que logren sostener actitudes como la perseverancia, optimismo, templanza, tolerancia a la frustración y trabajo arduo, especialmente cuando las cosas no caminan bien.
Sabemos que las sumas de las partes no dan cuenta del todo. El resultado que logre un equipo no puede ser explicado desde la sumatoria de los atributos o características individuales de las personas, sino del “juego” que entre todos deciden jugar.
Los equipos, al igual que otros sistemas, logran un equilibrio que les permite sostener los resultados que obtienen. Desde ese punto de vista, no existe una idea o modelo a priori respecto de cómo debería jugarse el juego.
El equipo debe mirar el grado de compromiso y satisfacción con los resultados obtenidos y los que desea en el futuro. Cuando se logran resultados extraordinarios no tiene sentido modificar nada, sino más bien apalancar lo que hay. Pero cuando el equipo muestra frustración, descontento y resultados insuficientes en relación a las expectativas, entonces es el momento de mirar el juego con perspectiva. Para eso la ayuda de un coach es de gran utilidad.
Es difícil mirar el agua en que nadamos cuando estamos dentro de la pecera. La mirada y la intervención de un coach desde fuera del sistema es tremendamente movilizadora porque es capaz de observar las acciones, interacciones y dinámicas del equipo que dan cuenta de los resultados obtenidos.
El coach participa de la manera más invisible posible, observando la dinámica del equipo e interviniendo cuando identifica algún punto ciego, incompetencia o reglas improductivas que lo tienen entrampado y estancado.
Es el equipo quien debe declarar dónde quiere llegar y cómo quiere hacerlo tanto desde un punto de vista estratégico como táctico. El foco y el compromiso del coach estará puesto en el logro de los resultados declarados por el equipo y en todo aquello que visualiza como un impedimento para lograrlo.
Con el fin de que el equipo se movilice, despliegue y aprenda nuevas formas de interactuar, el coach, a partir de sus observaciones, realiza preguntas movilizadoras o intervenciones de feedback que vinculan lo que está pasando con los objetivos del equipo y con sus reglas de juego.
El rol fundamental será movilizar al equipo a revisar las reglas con las que desea operar, los resultados que desean obtener y el nivel de compromiso que tiene con esos resultados. De acuerdo a la Escuela Europea de Coaching, un equipo de alto rendimiento multiplica sus resultados en tres dimensiones: metas y propósitos que se coloca, nivel de competencia y compromiso que asume con los resultados.
El coach de equipo observa e interviene en los equipos en sus reuniones naturales. Es decir en pleno vuelo cuando tiene temas transversales que conversar, tomar decisiones y/o confrontar. De esta forma el coach acompaña, modifica los límites del sistema, cuestiona los comportamientos improductivos, fortalece el desarrollo de competencias o comportamientos productivos. También el coach ayuda a explicitar las reglas inexistentes y pone sobre la mesa los temas más invisibles y a veces difíciles que tienen relación con las creencias, confianzas, lealtades y afectos.
María Luisa Silva L.
Psicóloga UC. Magister en Psicología Clínica y Coach Newfield Network. Docente part time de los Diplomados Abiertos del Centro de Desarrollo Directivo UC. Certificada en Coaching de Equipo por la Escuela Europea de Coaching (EEC). Socia Be Human.[:]