junio 10, 2019
El trabajo es generador de valor económico y a la vez de contribución a la sociedad, según Adam Smith. Para Sigmund Freud, es un componente de la salud mental. En palabras de Víctor Jara, “mis manos […] son mi amor y mi sustento”. Por el contrario, en nuestra cultura occidental hay una larga tradición de desacreditación del trabajo. En el Génesis, Dios castiga a Adán por haberlo desobedecido, y lo condena a que “con el sudor de tu frente comerás el pan”. La raíz etimológica de la palabra “trabajo” deriva del latín “tripalium”, que significa “tres palos”; algo así como un potro de tortura al que se amarraba a los condenados hasta que morían. En Chile, al trabajo lo denominamos “la pega”. La palabra “jubilación” sugiere el júbilo de poner fin al martirio del trabajo.
En realidad, “jubilación” proviene de “jubileo”; una celebración realizada en los tiempos bíblicos cada cierto número de años, que consistía en una suerte de renovación de los compromisos, y el inicio de un nuevo ciclo de vida. Hay, en consecuencia, un desafío cultural respecto de nuestra relación con el trabajo y la jubilación. La vida laboral debería ser una fuente de desarrollo y gratificación que se renueva, y no un lastre que arrastramos hasta nuestro retiro.
Mantener alguna forma de actividad laboral permite mejorar nuestra calidad de vida. El Alzheimer y ciertas depresiones pueden responder -en parte- a los efectos del cese de toda actividad laboral. Sin embargo, en Chile la principal razón para seguir trabajando es que la pensión es muy baja (76%); sólo un 11% dice que es para mantenerse activo (Superintendencia de Pensiones, 2015)
Existe también hay un desafío económico: ¿cómo podríamos financiar pensiones con aportes entre los 25 y los 65 años de edad, y pretender vivir de nuestras rentas desde los 66 a los 80? ¿Qué pasará cuando nuestra expectativa de vida llegue a los 90 o más? Hoy se está redefiniendo el concepto de “trabajador”; pretender hacer una larga carrera en muchas empresas será algo del pasado. Por ello es imperativo el que desarrollemos nuevas capacidades para perseguir, o adaptarnos, a nuevos nichos laborales. Los aumentos futuros de productividad agudizarán esta situación; mantenerse empleado hasta los 65 será posible para muy pocos, ni siquiera para los más calificados.
Este momento en que se debaten reformas claves en materia laboral y de pensiones es una oportunidad para abrirnos a estas preguntas. Centrar toda la discusión en los cambios al sistema previsional no da cuenta de estos nuevos desafíos. Será igualmente relevante contestar: ¿cómo mejorar nuestra relación con el trabajo? ¿Cómo lograr que cada día más chilenos se hagan de un plan para desarrollar nuevas capacidades laborales? Seguro necesitaremos nuevas tecnologías para responder a estas preguntas, como por ejemplo plataformas de entrenamiento, intermediación y contratación para distintas edades. Ya en la actualidad las pensiones solo representan el 50% de los ingresos de nuestros jubilados; el desafío es que las fuentes complementarias crezcan con fuerza.
Miremos el futuro, el cual ya llegó al presente (si bien está distribuido de manera irregular). El tiempo pasa…y nos vamos volviendo viejos.
Aquí puedes revisar la columna completa del profesor Marcos Singer en El Mercurio